En 1881 el dentista Albert Southwick estaba caminando por una calle en la ciudad de Buffalo, al norte del estado de Nueva York, cuando vio a un obrero tocar las terminales de un generador eléctrico. El pobre quedó carbonizado.
Sorprendido por la rapidez del desenlace el dentista pensó inmediatamente que la víctima no había sufrido nada. No tuvo mejor idea, dadas las consecuencias futuras, que comentarle el episodio a un amigo, el senador David McMillan, que a su vez le relató la anécdota al gobernador de Nueva York, David B. Hill, justo cuando el gobernador estaba pensando en un método distinto al de la horca como forma de ejecución debido a que cada vez recibía más críticas por el sistema de la soga al cuello. Hill pidió entonces a la Legislatura que tomara en cuenta la electricidad para reemplazar a la horca. Como en todo organismo burocrático se tardó cuatro años en conformar una comisión en el Congreso estatal para discutir la cuestión.
Harold P. Brown, inventor, electricista, ingeniero y hay quien dice que, mucho más que eso, un gran charlatán, preparó un aparato singular, en forma de pequeña silla y hasta lo patentó. Algunos decían que Edison conoció a Brown de casualidad, al leer en el New York Post una carta de Brown en la que describía la muerte de un chico que había tocado cables eléctricos con corriente alterna. Fue de ciudad en ciudad, armando un pequeño escenario en la calle principal del pueblo o en la avenida central de la ciudad y hacía la siguiente demostración: amarraba a esa pequeña silla a un gato y le aplicaba la corriente alterna de Westinghouse.
Este tipo de demostraciones fue en aumento. Brown frió perros, liebres, caballos, vacas, ponies y hasta un orangután, éste último en la ciudad de Albany.
Edison avaló esos experimentos y se atrevió a hacer personalmente algunos otros. Sus conclusiones fueron claras: la corriente de Westinghouse mataba, la de él, a lo sumo, golpeaba un poco pero era inofensiva. Brown se alió con Edison para ofrecer el producto.
En 1888 el gobernador de Nueva York firmó el decreto que establecía la silla eléctrica como método legal de ejecución de criminales. Y se eligió la corriente alterna. Esto indignó a Westinghouse, quien se negó a prestar sus aparatos para matar delincuentes. No quería que su sistema quedara asociado con la muerte.
La primera ejecución en la silla fue la de un tal Ernest Chapeleau, un francés nacionalizado estadounidense, en la prisión de Sing Sing en Nueva York. Lo que ocurrió no se sabe a ciencia cierta pero lo seguro es que una falla de alguna naturaleza hizo que Chapeleau saliera de la sala con quemaduras de tercer grado pero vivo. Como su sentencia era ser ejecutado en la silla eléctrica, no insistieron pues no decía “ejecutado hasta morir”.
En Agosto de 1890 un prisionero fue ejecutado en la silla eléctrica.Esta fue la primera ejecución que se hizo por ese método. Cuando el Emperador Menelik II de Abisinia (Etiopía hoy) se enteró, encargó tres sillas eléctricas a los Estados Unidos. El único problema fue que, al llegar el envío, descubrió que necesitaban electricidad para funcionar (Abisinia todavía no contaba con este adelanto). Como el emperador era muy inspirado pronto le encontró la solución. Uso una de ellas como su propio trono imperial.
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