El genio está generalmente ligado con la desdicha:
Galileo vivio desterrado, erró de ciudad en ciudad y acabó en la cárcel. Sócrates, acusado injustamente acabo su vida al envenenarse con la cicuta. Paracelso anduvo toda su vida errante y huyendo de las acusaciones de herejía. Descartes vivio en el exilio, tuvo que servir como soldado y acapó muriendo en tierra extranjera. Andreas Vesalio, el anatomista, vivió como vagabundo, acusado de herejía y de robo de cadáveres, estuvo en los umbrales de la ejecución y fue forzado a hacer una peregrinación a tierra santa, para morir en un naufragio. Compérnico nunca se atrevió a publicar sus descubrimientos por temor a la persecución. Kepler vivió engañado y jamás recibió la pensión prometida por el emperador.
Vaya precio que se paga por la genialidad.
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